"De noche. Posada Alamyer. Habitación del primer piso, al fondo del pasillo. Escritorio, lámpara de petróleo, silencio. Una bata gris con Bartleboom dentro. Dos zapatillas grises con sus pies dentro. Hoja blanca sobre el escritorio, pluma y tintero. Bartleboom escribe. Escribe.
«Mi adorada:
Ya he llegado al mar. Os ahorro las fatigas y miserias del viaje:lo que cuenta es que ahora estoy aquí. La posada es acogedora: sencilla pero acogedora. Está en la cima de una pequeña colina, justo delante de la playa. Por la noche se levanta la marea y el agua llega casi hasta debajo de mi ventana. Es como estar en un barco. Os gustaría. Yo jamás he estado en un barco. Mañana empezaré mis estudios. El sitio me parece ideal. No se me oculta la dificultad de la empresa, pero vos sabéis -vos únicamente en el mundo- lo decidido que estoy a llevar a cabo la obra que tuve la ambición de concebir y emprender en un feliz día de hace doce años. Me serviría de consuelo imaginaros con salud y con alegría de espíritu. En efecto, nunca lo había pensado antes, pero la verdad es que jamás he estado en un barco. En la soledad de este lugar apartado del mundo, me acompaña la certeza de que no queréis, en la lejanía, abandonar el recuerdo de quien os ama y siempre será vuestro.
Ismael A. Ismael Bartleboom.»
Deja la pluma, dobla la hoja, la mete en un sobre. Se levanta, coge de su baúl una caja de caoba, levanta la tapa, deja caer la carta en su interior, abierta y sin señas. En la caja hay centenares de sobres iguales. Abiertos y sin señas.
Bartleboom tiene treinta y ocho años. Él cree que en alguna parte, por el mundo, encontrará algún día a una mujer que, desde siempre, es su mujer. De vez en cuando lamenta que el destino se obstine en hacerle esperar con obstinación tan descortés, pero con el tiempo ha aprendido a pensar en el asunto con gran serenidad. Casi cada día, desde hace ya años, toma la pluma y le escribe. No tiene nombre y no tiene señas para poner en los sobres, pero tiene una vida que contar. Y ¿a quién sino a ella? Él cree que cuando se encuentren será hermoso depositar en su regazo una caja de caoba repleta de cartas y decirle
- Te esperaba
Ella abrirá la caja lentamente, cuando quiera, leerá las cartas una a una y retrocediendo por un kilómetro hilo de tinta azul recobrará los años -los días, los instantes- que ese hombre, incluso antes de conocerla, ya le había regalado. O tal vez, más sencillamente, volcará la caja y, atónita ante aquella divertida nevada de cartas, sonreirá diciéndole a ese hombre -Tú estás loco. Y lo amará para siempre.”
*Fragmento del libro “Océano Mar” de Alessandro Baricco.
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El día que descubrí a Baricco tuve una de esas grandes epifanías, y es que si, me pasa cada vez que leo algo que me gusta muchísimo, me encuentro y bla bla bla, he sido todas y cada una de ellas: Eloise, La maga, Inmaculada, e incluso la Rosa del Principito...
Pero aquella vez decidí ser Bartleboomm y desde hace ya varios años he creado un pequeño compendio de la que soy, desde las cosas mas simples, hasta las mas complejas e indescifrables incluso para mi.
Alguna vez sentí la tentación de entregárselas a Edward, pensando que el era el lugar, el principio y el fin... No lo hice, supongo que aun había un poquito de cordura en mi, lo que hizo que guardara el botín en el lugar mas escondido de mi habitación.
Hoy mientras buscaba algo las encontré, moleskines llenas de historia, me senté y las hojee despacito y con plena seguridad de que sería sin sentir dolor por no haber sido entregadas, por seguir conmigo caminando...
Tengo una nueva que a pocos días de empezado el año ya tiene grandes anécdotas.
:)
Y ustedes, a quien le escriben?